domingo, 26 de octubre de 2014

Estaba solo y tenía dos opciones: permanecer como estaba o suicidarse...
Finalmente eligió el suicidio, liberarse de sí, ser consecuente con aquel principìo que afirma que vivir es sufrir...
Pero no hablamos de un hombre, no; hablamos del mismo Dios...
Fue este supra-ser el que decidió terminar con su vida, y su fin será el comienzo del drama, el inicio del ser y su despliegue, un devenir que se encamina inevitablemente hacia un único horizonte: la nada.
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Una obra filosófica construida con sapiencia, intuición e imaginación. No es casual la impor-tante influencia que Mainländer ejerció sobre el pensamiento de autores tan notables como Nietzsche o Cioran. Mainländer creyó en la existencia de Dios, pero de un Dios especial, que llega a saturarse de sí mismo y que por eso opta por el suicidio, del cual devendrá la vida humana, el reino de lo múltiple que sin cesar está en busca de la unidad pero infructuosa-mente. Esta vida, sostiene el autor, para ser coherente con su propia condición ha de llegar al suicidio. Tal fue el fin de este filósofo inquietante, un pensador que concibió la Nada y que encontró en ella el punto de arribo del trayecto humano.

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